martes, 28 de diciembre de 2010

¿Por qué alguien votaría a Mauricio Macri?

¿Por qué alguien votaría a Mauricio Macri? ¿Por qué alguien lo apoyaría para algún cargo público? ¿Por qué alguien lo apoyaría para Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires o para Presidente de la Nación? Si dijera que porque a los porteños, en el cargo local y al resto en el nacional, nos embarga la inconciencia, sería muy duro. Sería muy duro e improductivo señalar que nos abriga la más terrible inconciencia y necedad. Pero sería la verdad.

Quien vota a Mauricio Macri no vota una sonrisa en un comercial televisivo. No vota un chiste de mal gusto arrojado para evitar una pregunta sincera y angustiosa de aquellos a quienes nos reúne el espanto de saber que tiene el poder de administrar la Ciudad una persona con ideas arcaicas, infecundas o con mayor precisión: con la ausencia total de ideas profundas, históricas y construidas a partir del conocimiento social, cultural y político de una compleja sociedad como la argentina.

Quien vota a Mauricio Macri se desentiende de aquello que no quiere oír en la dialéctica de la política. No quiere oír que le digan lo malo. Que le discutan y le remarquen lo terrible y lo inhumano de su elección política. No quiere que se le señale que Macri odia al extranjero, odia al judío, odia al homosexual. No quiere oír que su jefe de gobierno no sentaría en su mesa ni tendría en su equipo de fútbol a aquellos.

Tampoco le importa. No le importa que su Jefe de Gobierno odie al extranjero. No le importa que le eche la culpa de los males de la sociedad. No le importa que ese accionar sea ilegal. No le importa que hace centurias se haya establecido que el hombre es libre e igual, dotado de razón y conciencia. No le importa que millones de litros de sangre se hayan derramado para lograr ese reconocimiento. No le importa que ese reconocimiento sea un imperio de la razón humana que mediante la lucha impuso. No le importan los caminos recorridos por los héroes de tan distintas nacionalidades y de tan distintas épocas hayan coincidido en no discutir más que el hombre es un ser que vale. Y vale más allá de cualquier cosa, adjetivo, origen o creencia. Vale tanto como ellos. No le importa que el homosexual tenga derechos. No le importa que el extranjero tenga la oportunidad en esta tierra. No le importa que el judío haya sido masacrado por la misma lógica ignorante que su elección política sostiene y apoya. Tampoco le importa que la sociedad civil esté constituida sobre la sangre, bases e historia, que transformadas en reglas (Estado de derecho) forman las normas de nuestra comunidad interna e internacional.

Y como no quiere oír, ni le importa, lo comparte.

Comparte que la culpa es del extranjero. Comparte que para ellos no debería haber medicina, trabajo, vivienda. No debería haberlo porque primero es para él. Primero es para los argentinos. Es tan bruto que comparte la irracionalidad. Comparte lo estúpido de pensar que el extranjero quita trabajo. Comparte lo estúpido de pensar que el judío es mezquino. Comparte lo estúpido de pensar que el boliviano copulará con el argentino y ello devengará en generaciones de menos intelectualidad. Ignora que nuestra historia enseña que estos pensamientos se han puesto en funcionamiento y estas tristes lógicas ya han ocurrido. Ignora que ya se le ha echado la culpa al extranjero, al inmigrante, al gitano, al vagabundo, a la prostituta, al raro, al otro.

Comparte lo estúpido de pensar que, el extranjero, el diferente, el “otro”, es el responsable. Es tan insensato que no sabe que el otro es él.

Antón Spiegel.

martes, 14 de diciembre de 2010

Xenofobia en la Ciudad. Una mirada sobre el fascismo latente en la dirigencia política.

Nos los representantes del pueblo de la Nación Argentina, reunidos en Congreso General Constituyente por voluntad y elección de las provincias que la componen, en cumplimiento de pactos preexistentes, con el objeto de constituir la unión nacional, afianzar la justicia, consolidar la paz interior, proveer a la defensa común, promover el bienestar general, y asegurar los beneficios de la libertad, para nosotros, para nuestra posteridad, y para todos los hombres del mundo que quieran habitar el suelo argentino: invocando la protección de Dios, fuente de toda razón y justicia: ordenamos, decretamos y establecemos esta Constitución, para la Nación Argentina.

Tan sencillo. Tan puro. Tan esencial y originario: un preámbulo. Sí, algo que se dice antes de dar principio a lo que se va a decir. Si se quiere, se trata de la estructura genética del predicado, de aquello sobre lo que se va a predicar. Promover el bienestar general, para nosotros y para todos los hombres del mundo que quieran habitar el suelo argentino. El sentimiento que tengo hoy, es algo confuso. Quiero decir, tengo una mezcla de sentimientos que me conduce al enojo. Ha pasado tanto tiempo y las mismas consignas se repiten. La discriminación insensata de principios del siglo XIX en nuestro país vuelve bajo discursos que se presentan como nuevos y definitivamente representan las mismas viejas y estúpidas ideas, que por estúpidas condujeron hacia lugares a los que pocos inmorales quieren ir y muchos ciudadanos queremos evitar. Sí, quiero evitar llegar a tensiones sociales que desconozcan la sociedad civil. Que desconozcan la Constitución soberana de un país. El programa político que nos define en el presente. Es nuestra arquitectura política y debo defenderla.

Allá por principios del siglo XIX se construía en discurso la raíz de los males y el blanco era el inmigrante. Cuando no éste, su estereotipo. Los saberes ortopédicos blindados a la luz de una nueva forma social, generadores del discurso de la normalidad fueron el legado del surgimiento del “Control” en la modernidad. Luego se haría incipiente su emancipación e inflexión entre las disciplinas críticas y los discursos afirmadores de la normalidad.

Aquel que portaba los rasgos del estereotipo, era acreedor de la involución atávica, y con ello, la necesidad de la inocuización, tratamiento o neutralización. Se llegó a justificar la existencia de una criminalidad nata, mediante la aplicación del aparato represivo del Estado ante la personalidad y no frente al acto. Se era responsable, como generador de los males, por la sola circunstancia de portar el elenco de características requeridas por el estereotipo.

Sucede que quienes definieron el estereotipo, fueron los operadores que discursaron desde los ámbitos de surgimiento de los nuevos saberes ortopédicos para el moldeo de la sociedad. Y quienes fueron objeto de estos, fueron quienes quedaron excluidos del sistema de producción y de la nueva realidad planteada, atravesado el período de la ilustración y la internación en la sociedad industrial.

Indicó el maestro Michel Foucault que la búsqueda de la verdad será no ya a través de la indagación, sino de la vigilancia y el examen permanente. Vigilar sin interrupción a aquellos individuos. Y aquellos que serían los vigilantes, compondrían parte elemental del engranaje de la maquinaria del poder y con ello la aplicación del discurso de los nuevos saberes. El maestro de escuela, el jefe de oficina, médico, psiquiatra, director de prisión, etcétera (“La verdad y las formas jurídicas”, Gedisa Ed., Barcelona, 2003, p. 105).

El renacimiento llegaba a su “re-defunción”.

Hoy asistimos a la defunción de verdades establecidas políticamente. La Declaración Universal de los Derechos y Deberes del Hombre y el Ciudadano, establece que todos los hombres son libres e iguales, dotados de razón y conciencia. La formación discursiva de un estereotipo en el extranjero latinoamericano al cual se le adscriben males sociales, choca de frente con la concepción política de nuestra arquitectura legal. De nuestra Carta Magna. Tan sutil y sencillo como eso. No es posible. Un hombre de derecho, un funcionario, un ciudadano, un individuo histórico de su contexto solo debe repeler la imbecilidad general de aquellos que azuzan la irracionalidad.

Es un gran error entrar en la lógica perversa de discusión que se quiere sembrar. La tensión no es entre ocupar o no ocupar, lo legal o lo ilegal. El detrás de escena es la necesidad real de personas en situación de vulnerabilidad extrema, manipuladas por la mezquindad política de quienes quieren introducir el germen del caos para brindar su cura de "orden" en venideras elecciones.

Es una operación política olímpica. 14000 personas movilizadas el mismo día a la misma hora hacia el mismo lugar, es raro. Muy raro. Y sin que toque Chayanne...

Hechos como los que están ocurriendo, tampoco pueden ser valorados maniqueamente desde la institución judicial. El delito de usurpación poco tiene que ver con un problema estructural, fomentado, diseñado y dirigido para generar sangre. Esto no se soluciona con palos, balas y muertos. Esa es una receta estúpida, de gente estúpida que piensa que sus ideas son nuevas, cuando la historia de la humanidad le deniega todo atisbo de razón. Ideas viejas que se presentan como nuevas. Tristes ideas.

Un gobierno que en 3 años de gestión y, con un presupuesto para vivienda de 38.000.000 millones de pesos PARA VIVIENDAS, gasta 0 (cero). Sí, cero. Sí sí, cero. Y construye ¿cuántas casas para personas en situación de calle o villas miserias? Cero. Sí, cero. Sí sí, cero. Es un gobierno que apuesta a la exclusión, a los designios más rudimentarios de la política. Tosco, arcaico, básico.

El genio de Macri que casi se muere atragantado con el bigote falso que se puso en su casamiento para hacer el ridículo al tratar de imitar a Freddie Mercury, trata de generar odio hacia el extranjero. Ídolo. Ruckauff le echaba la culpa a las Pc´s. Decía que le sacaban el trabajo a la gente. Otro genio. Se reproducen en cuevas.

La inmigración no supera el 3% de la integración total de la población, bajísimo. Y así se ha mantenido por años. En términos demográficos y de mercado, nos vendría bien más inmigración. Pero esto es otra discusión más larga y habría que hacércelo entender a las "hippieschick".

En definitiva, como definirá Marx en el capítulo 4 de “El Capital” en cuanto a la mercancía: fetichismo. La construcción de un objeto creado por el sujeto que le designa y adscribe características. Luego, el objeto toma vida y se vuelve contra éste. Puede ser un objeto o un discurso. Le otorgamos funciones, características, y se echa a andar. El objeto creado entonces vaga por la sociedad funcionando en la dirección otorgada por su padre. ¿Ridículo no? En el fondo, el entramado discursivo de la lógica que hoy nos presentan como nueva es esa.

El discurso de Macri sobre la "inmigración desenfrenada" es un delito. Artículo 3 de la ley 23.592. ¿A ver quién se anima a imputarlo? Como es un delito competencia de la Ciudad de Buenos Aires, tan inescrupulosa e incestuosamente entrelazada, sería previsible que ningún Fiscal le endilgue tan grave imputación.


A. Spiegel